Los ídolos quedarán por siempre…

Un texto para despedir como se merece a un verdadero grande del pueblo celeste: Gastón Aguirre. Mauricio Ifrán nos trae estas líneas para decirle «hasta pronto» al capitán del barrio.

El 2003 nos traerá a cada uno diferentes recuerdos. Algunos relacionados a la política, a un hecho familiar o algún momento puntual que pudo haber pasado por nuestras vidas. Pero todos los que amamos al Gasolero recordaremos rápidamente que Temperley jugaba en la B Metro: una categoría que aunque hoy la veamos lejana no podemos negar que en ese entonces nos parecía una ciénaga muy difícil de salir.

Y ese mismo año nació un chico, un pibe, que desde la temprana edad mostraba su pasión por el fútbol: no lograba definirse de qué cuadro ser porque en su familia predominaban los equipos grandes y poderosos del país. Esos que los ubicás en la Capital Federal pero lo dominan todo. Sólo hubo un familiar que le explicó que cerca de su barrio había un club denominado chico pero que en amor y pasión era el más inmenso de la Argentina.  Si bien en su escuela iba a tener amigos de todos los clubes, él se iba a sentir orgulloso y feliz en decir que era de Temperley y que a ese Celeste lo iba a llevar a todas partes. Así cada vez que le preguntaran por qué no se hacía de otro club iba a responder que el amor por el Gasolero no se cambia por nada

Pero como ese familiar no iba a ganar la pulseada si competía con semejantes equipos y con esos ídolos que cada club tenía, jugando claramente en Primera A y hasta en la selección Nacional, cómo explicarle que los Riquelme, los Agüero o los Ortega no iban a hacerlo emocionar tanto como un jugador de Temperley, aunque solo los podía ver si iba a la cancha o si se los cruzaba en el barrio.

Ya con el paso del tiempo, luego de haber conocido tanto ‘el gallinero’ como ‘la Bombonera’, le tocó el turno de caminar las viejas baldosas del Club Temperley, sentarse en las recordadas e históricas banquetas de madera de la platea del Beranger y empezar a escuchar y sentir ese aliento: música transformada en pasión que desde cada tribuna bajaba como aliento al equipo.

Igual había algo que aún no entendía a su corta edad: que ningún jugador le hacía sentir su mayor admiración posible. Ese que te hace pagar la entrada y en cada pase o corte que da saca tus aplausos una y otra vez.

Como en toda historia hubo un principio de final feliz. Eso sucedió casi a fines de 2012 cuando un ex jugador que salió de la cantera del Gasolero y que supo brillar en Newels o San Lorenzo volvía a su casa, puertas que jamás deberán estar cerradas, porque las lesiones que había sufrido lejos de retirarlo potenciaron su hambre de gloria.

Y a este muchachito de la película, con casi 10 años, le tocó el momento de sentir lo que es tener un ídolo. El nombre de Gastón a flor de piel. Y allí donde se lo encontraba le pedía una foto si hasta llego a cortarse el pelo a la misma peluquería y hacerse el mismísimo corte que tenía su ídolo.

Para el que no lo entiende, un ídolo es admirado por su lucha y entrega sin importar si es de un club grande o chico y más o menos popular. Te provoca admiración a cada instante y una alegría gigante cada vez que lo vez en una cancha, en su auto, en un shopping o caminando por su club. Siempre le pedís un abrazo y un autógrafo (hoy devenido en foto con el celular).

Si sumado a todo esto ese ídolo, al que todos lo apodaron como “El Tonga», le da a su club un ascenso soñado por casi 28 años, qué me diría… Y hay más porque los ídolos siempre te dan más: no se conforman como los simples mortales, no señor.  Gastón Aguirre tuvo un sueño propio y compartido por ajenos que fue jugar en Primera División con su club al que lleva tatuado en la piel. Y, como les dije, esta historia es feliz porque ese sueño se cumplió junto con disfrutar de algunas temporadas en la máxima categoría.

Hoy mi sobrino de 14 años, fanático de Temperley y un fan indiscutido de El Tonga, me agradece por las palabras que le di en aquel momento y que hoy son parte de su vida. Y aún hoy cada vez que ve a su ídolo -que vio brillar por el verde suelo del Teatro de Turdera- le dice: “Gracias Capitán por ser parte más que importante de mi fanatismo por el Gasolero y parte importantísima de la historia de mi club”. Porque es así… los ídolos quedarán por siempre…

 

Mauricio Ifrán 

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